En mayo de 1960, el Festival Internacional de Cine de Cannes fue testigo del estreno mundial de Macario, una joya del cine mexicano que marcó un hito en la industria cinematográfica nacional. Esta cinta, dirigida por Roberto Gavaldón y basada en la novela homónima de Bruno Traven, no solo destacó por su calidad artística, sino que rompió barreras internacionales al posicionarse como una de las películas más significativas en la historia del cine mexicano.
El cine mexicano en crisis
El lanzamiento de Macario llegó en un momento crítico para la industria cinematográfica nacional. A finales de la década de 1950, lo que se conoció como la Época de Oro del cine mexicano entraba en un franco declive. La falta de innovación en los guiones, la desaparición de grandes figuras actorales, la competencia de la televisión y la transformación del cine estadounidense afectaron seriamente la producción nacional. Además, problemas internos, como las disputas en el Sindicato de Trabajadores de la Producción Cinematográfica y las críticas al Banco Nacional Cinematográfico (Bancine) por favorecer a ciertas productoras, agravaron la situación.
Sin embargo, Bancine, convertido en organismo estatal en 1947, buscó revitalizar la industria impulsando proyectos que renovaran las narrativas del cine nacional. De esta estrategia nació Macario, producida en 1959 con el respaldo de Clasa Films y Armando Orive Alba.
El contrato que proyectó a Macario
Desde antes de terminar su rodaje, Macario ya tenía garantizada su distribución. Según documentos resguardados en el Archivo General de la Nación (AGN), Clasa Films cedió los derechos de distribución mundial a Cinematográfica Mexicana Exportadora, mientras que Películas Nacionales y Películas Mexicanas se encargaron de la comercialización en México y América Latina, respectivamente.
Con un elenco estelar encabezado por Ignacio López Tarso, quien interpretó al campesino Macario, y Pina Pellicer como su esposa. La dirección estuvo a cargo de Roberto Gavaldón, con un guion adaptado por el dramaturgo Emilio Carballido. En el ámbito técnico, Gabriel Figueroa se encargó de la cinematografía, logrando imágenes que quedarían grabadas como parte del acervo histórico del Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) y el AGN.
Una historia de muerte y redención
Ambientada en la época virreinal, Macario narra la historia de un campesino humilde cuyo único anhelo es comerse un guajolote entero, un lujo impensable para su condición. Sin embargo, su deseo lo lleva a un encuentro con la Muerte, quien le otorga un bálsamo milagroso con el poder de salvar vidas, pero bajo estrictas condiciones.
Reconocimientos internacionales y legado
El impacto de Macario fue inmediato. En 1960, Ignacio López Tarso ganó el premio a Mejor Actor en el Festival Internacional de Cine de San Francisco, y al año siguiente, la cinta recibió la Copa de Plata en Santa Margherita Ligure, Italia. Fue también la primera película mexicana en ser nominada al Oscar como Mejor Película en Lengua Extranjera, un logro que se replicó en los Globos de Oro.
El trabajo de Gabriel Figueroa fue igualmente reconocido, obteniendo el premio a Mejor Fotografía en Cannes. Estas distinciones internacionales fueron clave para que el cine mexicano recobrara prestigio en un periodo de crisis creativa.
El lugar de Macario en la historia
Aunque inicialmente su éxito fue mayor en el extranjero que en México, el tiempo ha otorgado a Macario el lugar que merece como un clásico de la filmografía nacional. La cinta no solo desafió el estancamiento de su época, sino que abrió un camino para las producciones mexicanas en el ámbito internacional, demostrando que la calidad y el arte trascienden fronteras.