Más de 20 mil personas se congregaron la tarde de este viernes en el Coliseo de Roma para participar en el tradicional Vía Crucis del Viernes Santo, un acto litúrgico cargado de simbolismo y espiritualidad que conmemora la Pasión de Cristo. La ceremonia fue presidida por el Cardenal Baldassare Reina, Vicario General de Su Santidad para la Diócesis de Roma, y guiada por las meditaciones preparadas por el Papa Francisco.
Aunque el Pontífice no pudo asistir personalmente debido a su recuperación médica, su mensaje estuvo presente a lo largo del recorrido. “La vía del Calvario pasa por nuestras calles de todos los días. Nosotros, Señor, por lo general vamos en dirección opuesta a la tuya”, fue la reflexión que abrió la ceremonia, invitando a los fieles a emprender el camino de Jesús con humildad y disposición al cambio interior.
Durante el rezo de las catorce estaciones, los asistentes mantuvieron una actitud de recogimiento, acompañados por la luz de miles de velas y en un clima de oración profunda. La cruz fue cargada en turnos por distintos grupos que representaron a diversos sectores de la sociedad actual: jóvenes, migrantes, personas con discapacidad, trabajadores de la salud, voluntarios, educadores y miembros de Cáritas, quienes ofrecieron su caminar por quienes más sufren en el mundo.
Uno de los momentos más emotivos fue la duodécima estación, donde se recordó la muerte de Jesús con las palabras del Evangelio de Lucas: “El sol se eclipsó… El velo del Templo se rasgó… Jesús exclamó: ‘Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu’”. La oración se dirigió entonces a todos los que observan la cruz desde lejos, pidiendo que su ejemplo transforme vidas.
En distintas meditaciones se insistió en el poder reconciliador de la cruz y la urgencia de recomponer los lazos de fraternidad. “Si hoy la Iglesia parece una túnica desgarrada, enséñanos a tejerla de nuevo con tu amor”, se escuchó en una de las estaciones.
Al concluir el Vía Crucis, los fieles elevaron una oración por la conversión del corazón y el discernimiento para cumplir la voluntad de Dios. La ceremonia finalizó con la bendición del Cardenal Reina, dejando un mensaje de fe, esperanza y compromiso con la renovación espiritual.